Llegando a Argentina
La historia argentina de mi familia empieza probablemente en el siglo XVII en la provincia de Corrientes y fue reforzada a fines del siglo XIX, época en la que el país experimenta una explosión demográfica como consecuencia de la llegada masiva de inmigrantes europeos, especialmente italianos y españoles, aunque también llegaron desde Medio Oriente.
Hacia 1880 llega desde Bremen, Johann Gödeken, uno de mis tatarabuelos. Fue siguiendo a su hermano mayor, Johann Christian, quien había llegado en 1876. Un año más tarde, en 1881, mi bisabuelo materno-materno Ernst Erich Severin nacía a bordo del Hohenzollern, que había zarpado desde el puerto de Bremerhaven, al norte de Alemania. Sus padres provenían de Magdeburgo. Seguramente pocos años antes de 1905 llega Gibran Hanuch, bisabuelo paterno-paterno, siguiendo también a su hermano mayor. En 1906 llega Simon Fluck, otro tatarabuelo, desde Hamburgo, con su hijo Edgar Walter, mi bisabuelo. Hacia finales de 1909 llegan mis bisabuelos Aziz Zachour Hanuch y Saie Ise, desde Kafrún, Siria, con su hija mayor. Adoptan los nombres de Miguel Zacarías y Sara Ise. Y por 1910 llegan Edgar Walter Fluck, ya definitivamente, junto a su prometida, Anna Friedericke Gödeken, nacida en Argentina pero criada en Alemania. Una vez en Argentina, la familia se fue expandiendo y al día de hoy se encuentra en numerosas y distantes provincias.
Desconozco cómo se conocieron mis antepasados alemanes en Argentina, aunque seguramente haya sido a través de los círculos sociales de la época, el Club Alemán y la Iglesia Evangélica Alemana entre otros. Algo común en ellos es que han viajado más de una vez desde y hacia Alemania. Como decía antes, Simon Fluck vino en 1906 y luego repitió viaje al menos una vez más. Pero no llegó a Argentina a quedarse, quizás a conocer la tierra en la cual se asentarían dos de sus hijos, Edgar Walter y Martha Paula. Compró en Rosario una casa para su hijo y luego volvió a Hamburgo donde fallecería en 1932. De los Gödeken no consta que hayan vuelto a Alemania, aunque mi bisabuela Anna Friedericke fue educada allí. Muy probablemente fue a acompañar a su hermano mayor Johann Hinrich, quien nació en Bremen y allí permaneció hasta 1895, cuando a los 16 años emigró hacia Argentina para reencontrarse con sus padres y sus nuevos hermanos.
Mis antepasados sirios vinieron casi en malón. El primero fue Gibran Hanuch, quien viajó en barco, aparentemente desde Marsella y sin documentos. Al momento de casarse en Empedrado, Corrientes, da por nombre Gabriel Zacarías. Esta transmutación del apellido puede deberse a la castellanización del nombre de su padre Zachour, o simplemente a adoptar un apellido español. Él había seguido a su hermano Issa y a ellos les siguieron muchos familiares, quizás como consecuencia de la ocupación otomana y el reclutamiento masivo de hombres a su ejército. No faltó quien pegó la vuelta, llevando a Siria el mate como tradición que se mantiene hasta hoy. Vinieron desde Kafrún y Meshta el-Helu, un pequeño pueblo cercano. Es zona de colinas, de mayoría cristiana ortodoxa griega, como lo eran mis antepasados.
También tengo antepasados españoles, aunque en proporción, son pocos. Mis tatarabuelos Celestino Rodríguez y Pilar Fernández, llegaron a Rosario cerca de 1890 provenientes de Lada, Asturias. Además, mi bisabuela paterna-paterna Adela Ortiz, era criolla, y descendiente de los españoles que llegaron después de la conquista de América, seguramente mestizada con aborígenes locales.
En Alemania
El apellido Fluck proviene de un pequeño pueblo llamado Nordhalden, en Baden-Wurtemberg. Ahí permaneció la familia hasta mediados del siglo XVIII cuando parte de ellos se mudan a Kommingen, cerca de ahí. Luego mi tatarabuelo Simon Fluck se mudaría a fines del siglo XIX a Hamburgo. Allí se casa con Minna Jung y se convierte al protestantismo. A su vez los Jung provenían de Mainz, en el centro oeste alemán. La genealogía de mis antepasados Gödeken es por lejos la más extensa, llegando hasta el siglo XVI. Todos sus antepasados eran de Bremen y pueblos cercanos, pertenecientes a la Baja Sajonia. Por otro lado, mis tatarabuelos Severin provenían de Magdeburgo, en el este alemán.
Así, mis antepasados alemanes provienen de diversas regiones, profesaban diferentes religiones y seguramente tenían diferentes culturas y dialectos. En nuestra familia, la inmigración no comenzó con el viaje en barco a través del Atlántico, ni terminará con mi emigración hace unos casi ocho años…
En España
De mis ancestros españoles sé, lamentablemente, muy poco. Llegaron con varios hijos, y luego tuvieron más, entre ellos a mi bisabuela Urbana Rodríguez. Venían de Lada, una pequeña parroquia perteneciente al ayuntamiento de Langreo, en Asturias. Sus apellidos hacen difícil la investigación genealógica. Sin embargo, el apellido materno de mi tatarabuela Pilar Fernández era Baragaño, apuntado en su partida de defunción como Bragaño. Y este apellido es casi exclusivo de una aldea vecina a Lada llamada Cotorraso, Cotorrasu en asturianu. De allí son todas las personas portadoras de este apellido y seguramente allí los encontraré. No sé desde donde vinieron a Argentina, ya que los registros de los puertos españoles no están, hasta donde sé, disponibles en la web. Quizás desde Santander, puerto en el cual hacían escala algunos grandes barcos procedentes de Alemania, si mal no recuerdo.
No sólo son asturianos mis ancestros españoles. Adela Ortiz, mi bisabuela correntina, era criolla. Entre sus antepasados encontramos a Brígida Acevedo, nacida por 1827. Según me adelantó Juan Cruz Jaime, un genealogista especializado en la provincia de Corrientes, los Acevedo de esa provincia descienden del Capitán Nolasco de Acevedo. Con la ayuda de Hugo Domínguez, otro genealogista, encontré esa filiación, remontando mis antepasados criollos hasta principios del siglo XVIII. Entre los varios apellidos del siglo XVIII se encuentran Ortiz, Fernández, Barrios, Gómez de Mesa, Luque, Alegre, Acevedo, Acosta, Escobar y Vallejos.